jueves, 17 de junio de 2010

Jorge Luis Borges


Nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899. Fue bilingüe desde su infancia ya que su abuela materna le hablaba en Inglés. "Georgie", como le decían en casa, tenía apenas seis años cuando dijo a su padre que quería ser escritor. En 1910 aparece su primera publicación en el diario El País, de Buenos Aires, donde tradujo El príncipe feliz, de Oscar Wilde. En 1914, el padre de Borges se jubiló debido a su ceguera casi total, por lo que la familia pasó una temporada en Europa. Sorprendidos por la guerra, se instalaron en Ginebra donde el joven Borges escribió algunos poemas en francés y cursó la preparatoria (1914-1918). Vivió en España de 1919 a 1921 y dos años después la familia regresó a Buenos Aires. En 1923 publicó el poemario Fervor de Buenos Aires.

Antelación del amor

Ni la intimidad de tu frente clara como una
fiesta
ni la privanza de tu cuerpo,
aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida situándose en
palabras o acallamiento serán favor tan persuasivo
de ideas como el mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis ávidos brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes,
Arrojado a la quietud divisaré esa playa última de tu ser y te veré
por vez primera quizás como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo sin el amor, sin mí.

Arte poético

Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua. Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte de cada noche,
que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años en una música,
un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño,
en el ocaso un triste oro,
tal es la poesía que es inmortal y pobre.
La poesía vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara nos mira
desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises,
harto de prodigios, l
loró de amor al divisar su Itaca verde y humilde.
El arte es esa Itaca de verde eternidad,
no de prodigios.
También es como el río interminable que pasa
y queda y es cristal de un mismo Heráclito inconstante,
que es el mismo y es otro,
como el río interminable.

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